viernes, 20 de febrero de 2009

CARLOS ALBERTONI (EL CHINO) EN MARRUECOS.

20/02/2009
Relato de viaje

(del blog "Almacén" de Gillespi en clarin.com)





Carlos Albertoni, el "Chino", un querido amigo de la casa que suele escribir simpáticas crónicas de viajes, acaba de emprender -hace días- un periplo al continente africano. Conocedores de su buena prosa y fino humor le solicitamos, abusando de su gentileza, que nos vaya enviando material para ir compartiéndolo con todos ustedes.
Esperamos, estimados clientes del Almacén, que les interese; más allá de que escape al estilo de nuestros habituales posteos no deja de ser un excelente aporte cultural… y si no les gusta se lo tendrán que bancar igual, ¡manga de burros de cabotaje!

Buscando a Sam, padecí a Ronald
Tras cuatro días de fatigar tierras marroquíes llegué al tercer capítulo de mi rumbo moro, Casablanca.
Orillando el delirio, en la idea de hallar en algún rincón al propietario del Rick's Café y su negro amigo pianista, me vi instalado en la ciudad más grande de Marruecos, la de arquitectura ecléctica y centro económico del país.
Sin embargo, no hubo Rick, ni música, ni amores de espías escapados del yugo nazi en viejos aviones.
En su lugar, como un lastimoso tormento, un ocasional compañero de cuarto llamado Ronald me privó del descanso durante toda una noche con sus malditos ronquidos.
Presentí que no era el comienzo de una hermosa amistad.
Había llegado a Marruecos desde España navegando efímeramente el estrecho de Gibraltar en un ferry que me dejó, apenas en cincuenta minutos, frente a la costa morisca ya bajo el debido amparo de Alá y sus fieles guardianes de cimitarras celestiales.
Tetuan (Tétouan, la otrora capital del protectorado hispano en sus dominios transmediterráneos) fue mi primer hogar en suelo africano.
Ociosas noches de té negro con hierbas buenas en las veredas, sombras de babuchas en la laberíntica medina, y el rezo omnipresente del almuecín en el minarete, me hicieron compañía durante dos días antes de partir -en un micro en estado de extremaunción- hacia costas atlánticas, previo cruzar la imponente región montañosa conocida como las alturas del Rif.
Una noche brumosa me recibió en la imperial Rabat, sede del gobierno de Marruecos y eterno descanso para el cuerpo de Mohammed V (padre de la independencia marroquí y abuelo del actual rey).
Un enorme mausoleo y varios guardias montados en esplendidos caballos velan por su sueño, que ya no es asunto de este mundo.



FOTO. Marroquíes en la medina de Rabat.

Y desde allí, desde la capital de estos suelos -empujado por aquella obsesión hollywoodense- fue que puse proa a Casablanca.
Ahora, con los ojos a media asta, tras una noche en vela, y sin haber logrado encontrar a los muchachos -menos aún a Victor e Ilsa-, partiré hacia Marrakesch, cuya sola mención agita la memoria con historias de encantamientos árabes y mecas hippies de épocas setentosas.
Tal vez allí, perdidos en los arcanos mercados de su barrio antiguo, encuentre finalmente a Rick y a Sam, confusos en un viaje sin rumbo.